Echaba de menos el calor de unos brazos que incondicionalmente la protegiesen, ese aroma especial que la hiciera soñar despierta, el sonido de su teléfono cada cinco minutos diciéndolo todo y nada a la vez. Quería sentirse especial. Ponerse la ajustada minifalda negra que tanto le gustaba, su camiseta holgada caída de un hombro, un toque de carmín en sus labios y ataviarse con su más preciado perfume para así escuchar de nuevo esas palabras que tan feliz hacen a una mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario