Que aunque los de verdad continúan siéndolo toda la vida,
aunque solo sea porque se han ganado ese derecho, sin haches ni bes, son los
que duelen. Los demás hieren y se curan. Que echar de menos es duro, pero peor
es saberlo de antemano. Es un mecanismo extraño, lo tienes y de repente no. Y
de repente lo añoras, y de repente te sientes bien. Pero vuelve la racha de la
necesidad. Y los vuelves a echar de menos. Y vuelve el miedo a echarlos de
menos para toda la vida, aunque sea a rachas. Ocurre lo mismo con los besos.
Abraza, abraza todo lo que puedas, de verdad. Cuando
eches de menos y los de verdad no estén, piensa en los abrazos, en su colonia,
en sus besos. Y en los de él, o ella. Seguramente encuentres alguno que te haga
respirar profundo.
Que lo difícil no son las distancias, si no mantenerse
cerca. Que tan importante es afinar la cabeza y el querer, como el corazón y el
poder. Que las guerras hay que saber perderlas, y que en ellas, no todo vale. Que lo esencial es invisible a los ojos.
Que debes darte cuenta. Que no tengas miedo. Todo es cuestión de prioridades,
aunque no siempre sean claras. Que nada peor que la envidia y que ay, los
celos. Que preocúpate, y siéntete, pero vive, vive siempre. No te olvides de
vivir. Que dan igual los otros, que lo mejor es la sana conciencia. Que ya que
a veces pecamos sin intención, aprende a perdonar sin condición. Que maldito
mundo social. Que ay whatsapp, qué daño. Que soy yo, por qué tú, por qué yo no,
por qué ellos, y ellas. Por qué vosotros. Que solo se comprende cuando uno lo
necesita. El perdón, digo. Deja atrás, y adelante.
Solo llegando a lo más alto se puede ver lo más lejos.
Solo estando en lo más bajo… Eso ya es más complicado. Has tocado fondo dicen.
Si tocas, no queda otra que despegar, una y otra vez. Y despega siempre que
puedas. Todas las veces.
Y si es necesario, encenderemos el motor a mano, con
cuerda o simplemente a coraje.
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