martes, 29 de noviembre de 2011

Noviembre de 2011,

                Corría el año 2011 y un frío invernal sorprendía a una pequeña región del norte. Era el mes de noviembre, el mes de los escorpio y los sagitario, el mes que daba entrada a las compras navideñas, a los sueños de la lotería y a las tabletas del rico turrón. Sí, la gente recuerda el mes de noviembre por eso. No me sorprende, es normal.

                Es un mes especial, como todos. Con sus peculiaridades. Hasta entonces, yo solo he vivido diecinueve noviembres, cada cual diferente, pero hay uno que lo recordaré por siempre. Me refiero a ese en el que nos conocimos. ¿Os acordáis? Yo llegaba con las ganas y los nervios propios del principiante y vosotros me recibisteis con las sonrisas más hermosas del mundo.

              Allí estabais, sentados cada uno en vuestro pupitre verde, vigilados por Pepe Velázquez y esperando conseguir un “aleluya” bajo la atenta mirada de los abuelos que saben tanto. Recuerdo vuestros estuches desperdigados encima de las mesas… “Guardad el taller” decía la profesora. Sí, qué profesora tan guay, llama taller a un lápiz, una goma y unos cuanto bolígrafos, jaja.

                Y aunque dicen que todo lo bueno se acaba ¿sabéis una cosa? Lo bueno nunca acaba si hay algo que te lo recuerda. 

Os quiere, 
Ana!

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