miércoles, 20 de febrero de 2013

41° 54′ 0″ N, 8° 52′ 0″ W

Era junio del 2012. B contoneaba sus caderas por la playa sin importarle el que la gente de alrededor tuviera la vista fijada en ese caminar exagerado. Me vino a la cabeza la canción Las chicas son guerreras y no pude evitar sonreír.
- Y así, queridas amigas – dijo con ese tono elocuente que usaba cuando quería que todas le prestásemos atención – es como se conquista a un hombre. El mensaje tiene que ser ese: “se ve pero no se toca”. Hay que dominar.
Se escuchó una carcajada general. Siempre creí que acabaría siendo presidenta de España con ese talante que usaba en sus discursos.

A enseguida puso el punto de vista romántico a la discusión.

- Eso sirve para los chicos de una noche. En realidad en el amor un hombre es igual a una mujer, buscan exactamente lo mismo.
Me encantaba eso de A, pese a saber perfectamente lo que pasaba a su alrededor siempre guardaba un halo de soñadora que nadie le podía arrebatar, buscaba el amor más allá de lo que nuestra generación pretendía. Quería un amor de película, de esos que rompen estadísticas.

A veces me sigo preguntando como podíamos ser tan amigas siendo tan diferentes. Tal vez eso sea la amistad verdadera, conocer a alguien cuyas ideas te parecen tan absurdas y locas que lo encerrarías en un manicomio y pese a ello quererlo locamente. Fuera lo que fuese allí estábamos las seis, más unidas que nunca. Los 20 años había llegado rápido y bruscamente, como si alguien entrara en tu casa sin llamar por la mañana y estuvieras todavía en pijama. Creo que aún no los habíamos asimilado, por lo menos no de la manera en que lo hicimos al finalizar el verano.

Era junio del 2012 y ya estábamos a 27 grados.

Me encantan las noches de verano. No necesitas medias e incluso sobra la chaqueta. Llevaba un vestido que dejaba ver mis piernas todavía demasiado blancas como para presumir de moreno pero ya con un cierto color. Me faltaban los últimos retoques aunque sabía que acabaría llegando tarde, las doce siempre acababan siendo y cuarto para todas excepto para C que seguía su propio ritmo y optaba por llegar a la una. Y eso en sus mejores días. Hacía tiempo que nos habíamos rendido con ella.


Llegué acalorada. M y B estaban ya esperando pero me recibieron con una sonrisa de todos modos. Supongo que ya intuíamos una buena noche. Creo que era la primera vez en la que estábamos todas solteras y eso creaba un ambiente especial. Aunque todas arrastrábamos los últimos desengaños amorosos como podíamos, habíamos decidido que en esa noche nadie se lamentaría del año anterior.

- Perdonad -La voz de A nos sorprendió a todas, estábamos despistadas, probablemente con alguna tontería de  M- pelea con el armario.

No necesitaba más excusa. Era nuestra clave y todas lo entendíamos. Llegaba con Z que parecía ser la que mejor entendía las “peleas con el armario”, pues miró a A de una manera tan comprensiva que rozaba la maternidad de la que tanto escapaba.

 Me hace gracia pensar en aquello y verla ahora como loca detrás de sus niños con esa cara de felicidad.
L, desastrosamente abrazable

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